lunes, 10 de marzo de 2008

Música en el “Patio de las Sombrillas”

El sábado 23 de febrero del año en curso tuve la oportunidad de compartir un evento musical con “Alexito y su banda”, gracias a la invitación de mi admirada maestra de la UNAM, Ma. Esperanza Burguete Santaella. El sitio fue el “Patio de las Sombrillas” en la Residencia Mater de las Madres Angélicas, allá por el rumbo de Contreras en la ciudad de México, en donde vive la querida Espe desde hace algunos meses.
Conozco a Alex Montaño, Alexito, desde hace algunos años gracias a su padrino, Efrén Vargas. Lo he visto actuar en varias ocasiones y sí llama la atención su edad por supuesto, y aunque hay que tomarla en cuenta para hablar de él, vale más su gusto, su pasión por lo que hace y el profesionalismo con el que se conduce en sus actuaciones.
Violinista-cantante como su padrino, Alex realiza las actividades de muchos niños de su edad, va a la escuela, toma clases complementarias y corre, juega y suda como todos, pero en cuanto se sube al escenario se desempeña como ha visto hacerlo a Alejandro su padre, a su padrino, a Carlos Barajas, a Gustavo Camarillo, quienes integran su banda, y a muchos otros en conciertos y festivales.
Alexito forma parte de una arraigada tradición musical, de esa que se hereda de padres a hijos a través de los genes, estoy segura, y también en un hacer cotidiano día a día en casa, en acudir a escuchar a otros y en aprender desde un principio el respeto a la música que interpreta y al quehacer que le tocó en suerte llevar a cabo.
La tarde de aquel sábado de febrero, este auditorio lleno de mujeres esperaba con expectación el evento. En la primera parte del programa Efrén, Alejandro, Gustavo y yo, interpretamos una serie de canciones que Alexito escuchó atento a un lado del escenario, sentado, los brazos cruzados sobre el pecho, la mirada serena y su violín reposando al lado. Al terminar estas canciones, hice la presentación de la segunda parte y tranquilamente se levantó de su asiento, tomó su violín y esperó el momento justo para aparecer en escena.
Causó sensación por supuesto. Pieza por pieza arrancó los aplausos del público que celebró su talento musical, y también el otro, el talento del artista, tan difícil de explicar y tan evidente. Incluyó, para gusto mío y de todas las presentes, su versión de “El Moco”, canción pegajosa, como la definió Carlos Barajas, en la que incluye una actuación que hizo las delicias de las presentes. Al terminar el evento le pidieron autógrafos, se tomaron fotos con él y lo invitaron a volver.
Cada vez que he tenido la oportunidad de ver a Alexito actuar, pienso que será inspiración para niños y niñas. Para los adultos también debe serlo. Para mí lo es. En primer lugar, el gusto, la pasión con que realiza su actividad y que es la base de la felicidad en el escenario artístico y en el de la vida. Después, y no menos importante, el estudio constante tanto en una institución, como en la escuela inagotable de conciertos y festivales y el entorno de riqueza cultural que los rodea. Es la actuación cotidiana la que enseña el significado de la música, de la lírica. El actuar frente al público, siempre distinto, y establecer la comunicación necesaria para transmitir un mensaje sabiéndolo o no, da la experiencia, “las tablas”, con las que Alexito ya cuenta.
La música de México debe congratularse por los niños y las niñas de las nuevas generaciones que con gran decisión y compromiso, como lo hace Alexito, se están abriendo paso en nuestros escenarios.

Gabriela Rodríguez Ochoa.
Ciudad de México.
Marzo del 2008.

1 comentario:

glabraham dijo...

Saludos. Mi nombre es abraham Gonzalez. Cuando estudiaba en CCH ote. Tuve un amigo y compañero que estudiaba música, su nombre es: Carlos Barajas, me daria mucho gusto saber que es quien está en la foto.

glabraham@hotmail.com







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